El 9 de enero de 1962 parecía ser un día común en la vida
de Alfredo Echávarri y Guillermo Vázquez Mejía. Temprano partieron a trabajar y
por la tarde se dirigieron a la Facultad de Arquitectura para continuar con sus
clases. Sin embargo, la realidad era otra, pues ese día cambiaría su vida.
Por
la noche, ambos tenían que disputar un encuentro trascendental con los Pumas.
Era el día en el que podían lograr el ascenso a la Primera División, si es que
lograban vencer al Cataluña de Torreón.
En
un principio era difícil asimilar la trascendencia de dicho encuentro y lo que
a la postre significaría para el balompié nacional. Sólo cuando vieron el
estadio Olímpico repleto empezaron a pensarlo. El que los medios de
comunicación de la época mencionaran en notas principales que el plantel de la
Universidad estaban obligados a obtener su boleto a Primera no era un asunto
que preocupara.
Sus compañeros parecían más preocupados. Los invitaban a salir
de clases y partir al estadio para iniciar su preparación de cara al encuentro.
Incluso los profesores, que nunca dejaron de exigirles sus tareas comúnes de
estudiantes, se unieron a la demanda.
Echávarri
reconoció que nunca se imaginó lo que estaba por acontecer. De eso se empezó a
dar cuenta cuando se asomó del vestidor, previo a entrar a la cancha para
encarar el encuentro.
“La
impresión fuerte se dio al salir por la boca del túnel. Antes salíamos de
manera diferente, por donde salen ahora los equipos visitantes, y al pararse en
la boca se veía el estadio lleno y la gente estaba expectante. Fue muy especial
y eso se nos quedó grabado.”
Ya
en el partido, el plantel lagunero trató de complicarles y se plantó bien en
los primeros mitutos. Todo se salía del guión, pues los visitantes llegaban
como el peor plantel de la Segunda División. Bastó la aparición de sus dos
máximos artilleros para revertir la situación y encaminar al triunfo.
Tras
20 minutos de tensión, García se hizo presente para abrir el marcador, y
enseguida marcó un segundo tanto; Calderón de la Barca también marcó un doblete
y Manolo Rodríguez marcó el quinto tanto. El marcador al final: 5-1.
La
afición presente brincó a la cancha para cargar en hombros a sus nuevos héroes.
La algarabía estalló y se inició así una fiesta interminable. Memo Vázquez lo
recuerda con regocijo.
“Fue
muy bonito porque toda la comunidad universitaria lo disfrutó”, dijo el ahora
director de fuerzas básicas del Club Universidad. “Cuando Pumas fue campeón con
Memo (su hijo), sentí como si hubiera repetido eso que nos aconteció hace 50
años”, abundó para poner un punto de comparación.
Ya
en ese momento habían digerido lo hecho, aunque los medios se lo confirmaron un
día después. Sabían que un nuevo grande se presentaría en Primera División.
“En
los medios salió que ‘subió un equipo de espíritu’, lo cual es muy importante.
Esto se ha mantenido hasta el día de hoy, lo estamos respetando como debe ser.
Lo dijeron los periodistas: ‘Llegó un equipo grande al futbol mexicano’;
entonces fue muy atinado”, explicó Vázquez.
José
Luis Ledezma, ingeniero; Carlos Gutiérrez, contador; Tito Centeno, ingeniero
químico; Echávarri, arquitecto; Rodríguez, contador; Vázquez, arquitecto;
García, contador; Jorge Gaitán, arquitecto; Raúl Chanes, Calderón de la Barca y
José Antonio Rodríguez lo hicieron posible.
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